Mejor conocidos como Smart Contracts, este tipo de documentos digitales se basan (como en un contrato tradicional) en establecer un acuerdo entre ambas partes (o más), definir las pautas a llevar para cumplirlo y lo que pasaría si esto no ocurre. Es una definición simple a la vista, pero la verdad es que detrás de esto hay mucho más que comprender y aprender.
Los contratos inteligentes se basan en un fragmento de código virtual que es almacenado en una red de bloques, es decir, lo que conocemos como tecnología Blockchain. Una vez que se haya llegado a un acuerdo mutuo por parte de los negociantes, se procede a usar dicho código para pactar las condiciones del negocio, y las consecuencias que se acarrearían en caso de no cumplir con lo pactado. De modo que si se cumple lo acordado, el contrato ejecutará sus debidas acciones, sin necesidad de la interpretación o participación de un tercero. De igual forma, un Smart Contract no requiere de autoridades para tener valor, debido a que al estar sujeto a la tecnología Blockchain se convierte en un código capaz de ser visible o transparente para todos, pero no modificable.
Para comprender esto de una mejor forma, utilizaremos el ejemplo que Nick Szabo (el hombre que dio a conocer este tipo de contratos) empleaba siempre:
Imaginemos a una máquina expendedora, ¿Qué hay que hacer para acceder a los productos que esta posee? Introducir una moneda por la ranura y seleccionar un producto para que posteriormente sea entregado por la máquina. Ahora imaginen la misma función, solo que con productos financieros, y en lugar de usar una máquina expendedora, recurrimos a una «máquina virtual» que se encuentra en una Blockchain.
¿Qué significa esto? Pues que si comparamos a un contrato inteligente con un contrato tradicional, el primero termina ganando. Estamos hablando de un contrato que hará todo el trabajo (tal y como lo hace la máquina expendedora, tan solo debes seleccionar tu producto e introducir la moneda) y te ahorrará tiempo y dinero.
Ahora bien, imaginemos que Patricia quiere comprar un local, así que pauta un contrato inteligente con Jorge, el dueño del mismo. Una vez que Patricia termina de pagar el dinero correspondiente a la compra, de forma inmediata se transfieren los papeles que aseguran que ese local ahora pertenecerá a Patricia. Todo esto sin necesidad de un notario (al que tendrías que pagarle en el caso de un contrato tradicional) que haga constar que el contrato se cumplirá.
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